Por Ariel Daza, Juliana Larrivey y Antonella Amicarelli
"Doce apóstoles".
El líder de este grupo fue Marcelo Brandán Juárez, de 32 años; y el resto de la banda eran Miguel Angel Acevedo (27), Jorge Alberto Pedraza (32), Carlos Gorosito Ibáñez (35), Marcelo González Pérez (43), Jaime Pérez Sosa (29), Víctor Esquivel (36), Oscar Olivera Sánchez (25), Carlos Villalba Mazzey (33), Héctor Cóccaro Retamar (41), Marcelo Vilaseco Quiroga (26), y Héctor Galarza Nannini (27).
Al frustrarse su huida, Los Doce Apóstoles, rápidamente tomaron rehenes, entre los que se contaban 13 guardias y dos pastores evangélicos, y más de 1.000 reclusos se plegaron al levantamiento. Horas más tarde, la entonces jueza en lo Criminal y Correccional Nº 1 de Azul, María Mercedes Malére, ingresó al penal junto a su secretario para mediar en el conflicto, y ambos también fueron capturados por los internos.
En poco tiempo, otros penales de la provincia de Buenos Aires, se adhirieron al motín. En las cárceles de Azul, Bahía Blanca, Batán, Dolores, La Plata, Los Hornos, Olmos, La Plata y San Nicolás, entraron en estado de protesta cerca de 10.000 presos, y en algunos de estos lugares hubo asesinatos, varios heridos y algunos rehenes. Los rebeldes de Sierra Chica permitieron que un guardiacárcel entrara como rehén en reemplazo de otros dos que habían resultado heridos. La tensión social y política en todo el país fue altísima.
Luego del frustrado intento de fuga y la toma de rehenes, los Doce Apóstoles aprovecharon la situación para saldar las cuentas pendientes que tenían con el grupo que lideraba Agapito "Gapo" Lencinas. Pedraza, Brandán y compañía asesinaron a Lencinas y a siete de sus soldados, desmembraron los cuerpos y los incineraron en el horno de la panadería del penal a 700 grados.
Sierra Chica nunca había tenido tanto protagonismo en los medios. El morbo y la curiosidad atrajeron incluso a turistas que se acercaban al penal para averiguar lo que estaba sucediendo. Corrían rumores de canibalismo y otras crueldades, que fueron confirmados por los guardiacárceles que fueron capturados como rehenes. Algunos internos aseguran que se prepararon empanadas con los cuerpos mutilados y cremados.
Los familiares de los presos y rehenes, periodistas de todos los ámbitos, autoridades penitenciarias y políticas, se reunieron esperando los acontecimientos, afuera del establecimiento sobre la avenida Legourburu P. Iriarte frente a la cárcel. Los medios dieron una cobertura que nunca había tenido la localidad e incluso había turistas que se acercaban al penal para averiguar lo que estaba sucediendo mientras arreciaban los rumores. Los negociadores no llegaban a concretar ningún acuerdo y la tensión aumentaba cada vez más.
Tras ocho días de duras negociaciones, con muchas idas y vueltas, los Doce Apóstoles llegaron a un acuerdo con las autoridades policiales y políticas, y se entregaron a las autoridades a cambio de ser trasladados a la cárcel de Caseros, ubicada en la ciudad de Buenos Aires. Dos meses después, el 25 de mayo, trataron de fugarse de su nuevo lugar de detención y tomaron rehenes pero al cabo de 6 horas debieron rendirse cuando efectivos del Servicio Penitenciario entraron al penal y reprimieron la revuelta.
En febrero de 2000 comenzó el juicio por el motín que se realizó en el penal de máxima seguridad de Melchor Romero, por la peligrosidad de los presos. Y para concretar esto, se utilizó por primera vez en el país un sistema de transmisión de imágenes y audio que conectaba a los acusados, que estaban encerrados en tres celdas, a la sala de audiencias preparada a unos 200 metros de allí, donde los jueces tomaban las declaraciones. Los presos mantuvieron un pacto de silencio y afirmaron que nada habían hecho y que nada habían visto. La ausencia de los cuerpos de las víctimas debido a su cremación era el hecho en que basaban su defensa. El Tribunal, sin embargo, condenó los homicidios ya que al retomar las autoridades el control de la cárcel faltaban 8 presos, y además, los peritos encontraron dientes humanos en el horno y algunos presos declararon cómo habían cortado y quemado los cuerpos.
El 10 de abril de 2000, Jorge Pedraza, Juan Murguia, Marcelo Brandán, Miguel Acevedo, Víctor Esquivel y Miguel Ángel Ruiz Dávalos fueron condenados a cadena perpetua. En cambio, Ariel Acuña, Héctor Galarza, Leonardo Salazar, Oscar Olivera, Mario Troncoso, Héctor Cóccaro, Jaime Pérez y Carlos Gorosito Ibáñez recibieron 15 años de prisión. Para Daniel Ocanto y Lucio Bricka la condena fue de 12 años, para Guillermo López Blanco se compensaron los seis meses de condena con el tiempo que pasó en prisión preventiva y Alejandro Ramírez fue absuelto.
Aunque parezca absurdo, a pesar de haber sido el líder oscuro de este lamentable y macabro episodio, Marcelo Brandán Juárez fue absuelto en 2011, y recapturado al poco tiempo, por haber robado un auto y provocar un tiroteo con la policía. Increíble, pero cierto.
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